domingo, 6 de diciembre de 2009

Moraleja, moraleja...


El arte para los niños


Ella estaba sentada en una silla alta, ante un plato de sopa, que le llegaba a la altura de los ojos. Tenía la naríz fruncida y los dientes apretados y los brazos cruzados. La madre pidió auxilio:
-Cuéntale un cuento Onelio -pidió-, Cuéntale, tú que eres escritor.
Y Onelio Jorge Cardoso, esgrimiendo una cucharada de sopa, comenzó su relato:
- Había una pajarita que no quería comer la comidita. La pajarita tenía el piquito cerradito, y la mamita le decía "Te vas a quedar enanita, pajarita, si no comés la comidita" Pero la pajarita no hacía caso a la mamita y no abría su piquito...…
Y entonces la niña lo interrumpió:
- Que pajarita de mierdita-opinó.


Eduardo Galeano

viernes, 4 de diciembre de 2009

Lo que algunos no quieren ver

Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el
pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la
crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Eduardo Galeano

sábado, 21 de noviembre de 2009

Los juegos




LOS JUEGOS
"Uds. saben que inventar personajes que hagan carrera en todas las naciones no es cosa fácil... no es cosa fácil... Pocos escritores lo han logrado realmente. E incluso a veces lo logran a esto de crear un personaje que tenga curso en todas las culturas, en todas las naciones...a veces lo logran, digo, escritores de segundo orden. Estoy pensando en Arthur Conan Doyle, un escritor de segundo orden que ha generado un personaje mundial como es Sherlock Holmes. Y hoy quiero hablar de otro que también lo logró y que es Sir James Barrie. Tanto lo logró que cuando yo digo Sir James Barrie nadie - no creo que nadie - recuerde de quién se trata. Y sin embargo cuando mencione el personaje que el inventó, todos lo van a conocer: Peter Pan. Pero al pobre Barrie le pasó lo que esta muchacha... Margaret Mitchell, la que escribió "Lo que el viento se llevo". El cine lo devoró.
Y yo creo que todos los muchachos dan en pensar que Peter Pan es una creación de Walt Disney. Del mismo modo se piensa de Pinocho y hasta de Blancanieves y de cosas así; tal es la fuerza del cinematógrafo! Bueno, si quiere que le confiese, no me mataría por ser el autor del Pinocho. Nunca me ha conmovido mucho ese personaje, pero otro día vamos a hablar de eso. [-Es de madera...] Sí, creo que es de madera... A la chica Mitchell le paso esto. El otro día creo que nos acordábamos de la siguiente circunstancia: en los créditos de la película "Lo que el viento se llevó" no figura el nombre del autor de la novela. Nada menos. Nada menos, caramba! La que inventó la historia! Tampoco escribió ninguna otra cosa. Era una periodista ella; escribió una sola novela, una extensa novela, una copiosa novela, pero nunca más nada. Ganó un premio con ella: el premio Pulitzer -de todas maneras- que es un premio a los periodistas. [-Bastante desprestigiado por otra parte como el periodismo mismo...]. No en el tiempo en que ella lo ganó, pero ahora sí.
Quién era James Barrie? Y en qué época lo situamos? Nació el siglo pasado, en 1860 en un pueblito muy pobre de Escocia. Era mal alumno, no se destacaba mucho por nada. Casi nunca abría los libros... No tenía gran cosa...
Por ahí, ya cuando joven le dio por escribir pero siempre estaba acomplejado porque creía que lo único que conocía del mundo era su minúsculo pueblo de Escocia. Entonces escribía con cierto recelo. Hasta que algunas novelas sentimentales de él empezaron a tener cierto éxito. Y publica por ahí, un libro que se llama "El pequeño Ministro" hecho allá por 1890-91 y la gente empieza a conocerlo. Hasta que en 1896 -y esto me interesa a mí- escribe una conmovedora biografía de su madre, Margaret Oglivy. Este libro contiene una frase que paso a leer que revela toda la literatura de Barrie y dice así:
"El horror de mi infancia era que yo sabía que se acercaba el tiempo en que debería renunciar a mis juegos y eso me parecía intolerable. Entonces resolví seguir jugando en secreto."
Yo me voy a detener aquí.
Los juegos de Barrie fueron sus libros "El muchacho y David", "Peter Pan"... y el mas exitoso de todos es "Peter Pan". Pero me gusta esto: "Entonces resolví seguir jugando en secreto."
Me detengo aquí y me detengo a recordar a todos los que, como a Peter Pan o como a Barrie, decidieron seguir jugando en secreto.
Y no es que a uno le moleste crecer. De paso, crecer no es una actividad relacionada con el tiempo -quiero aclarar- sino con el espacio. Ser grande no es ser viejo, es otra cosa, muchachos!
Pero siempre he tenido la sorpresa de que el orden establecido y sus secuaces manifiestos o encubiertos se interesan muchísimo en que uno abandone la niñez para que deje de jugar. Digo, para que uno abandone esa gravedad de los chicos que juegan... esa solemnidad... Quiero decir que los chicos que juegan, no juegan por dinero, ni por obligación, juegan porque les gusta. Y juegan al juego que les gusta y con la gente que les gusta y si no, no juegan. No juegan por codicia y además lo hacen seriamente, sin ese cinismo que viene después con aquello que suele llamarse madurez. Yo creo que de ahí quieren sacarnos para convertirnos en personas resignadas a nuestra suerte, por mediocre que sea esta suerte. Finalmente hay gentes vulgares que desprecian a los que siguen jugando, a los que siguen soñando, a los que siguen engrandeciéndose, no creciendo... Mejor dicho: sí creciendo, no envejeciendo. Quieren que no seamos esa gente que se arriesga en cada cruce, esa gente que juega fuerte como si cada baraja fuera la última.
Para los que ya no juegan, para los enemigos de Barrie y de Peter Pan, esto es locura -seguir jugando. Nos convidan a la resignación, a la madurez; gente que no soporta a los que -digo- parados en su propia sombra hacen frente, por ahí, a los miembros de su propia generación que los invitan a crecer - dicen: "Vamos! Tenés que crecer! Y obtener una cuenta bancaria y engordar y renunciar a los cambios bruscos!"... Y a contraer -como suelo decir yo- esa mediocre eficacia que se llama madurez. Pero estos hombres también hacen frente a las generaciones mas jóvenes que les reclaman el derecho a no jugar, ser vulgares, a no ser señalados finalmente en su vulgaridad. No, yo creo que la vida de Barrie y de Peter Pan y de los que, en secreto, han resuelto seguir jugando es muy dura.
Y a qué siguen jugando esas personas en secreto, siempre tratando de que nadie los vea? Cuando las personas serias que manejan este mundo, los personeros de la razón, del dinero ven al que sigue jugando lo señalan con el dedo. Pero, a qué juegan? - se preguntarán ustedes. Y ... algunos juegos parecen inocentes: Digo, hay quienes no pisan las baldosas celestes para no matar ángeles y pisan las baldosas rojas, para matar demonios... cuando nadie los ve.
Hay quienes, por ejemplo, corren carreras en la calle contra desconocidos y se juegan la vida en llegar a la esquina antes que ese desconocido y dicen cosas tales como: "Si no llego a la esquina antes que el conscripto ese que va adelante mío, moriré!"
Sucede, a veces, que el conscripto también es uno de los que están jugando en secreto! Y entonces se producen carreras tremendas en la que se están jugando la vida el conscripto y nuestro amigo! Y nadie lo sabe! Solo ven dos personas apuradas que transpiran y sufren y tratan de llegar primero a la esquina... y, mirándose, todos dicen: "A donde irán estos?" y no saben que se están jugando la vida! Pero a veces, digo, esos juegos no son tan inocentes y, a veces, el juego consiste simplemente en vivir como si todavía no nos hubiera ocurrido lo mejor. Y ese ya es un juego mas pesado, un juego que a veces cuesta caro, un juego serio. No como los juegos cínicos de los que se cubren con apuestas laterales o aquellos que juegan pero dejan en su bolsillo algún dinero para el regreso. No!
Me gusta el que se lo juega todo! Y el que lo juega seriamente como los chicos o con la misma fe poética que pedía Coleridge para entender el arte, con esa renuncia a la incredulidad. Ese es el juego!
Yo que, también como Peter Pan, he perdido mi sombra declaro que pienso seguir jugando... Claro que en secreto... Y el que quiera seguir jugando va a ser mi amigo. Y el que ya no juegue más se irá a un cielo personal que tengo yo, un cielo de olvido en donde, así como muchos héroes griegos al morir se convertían en constelaciones, quienes resuelven no jugar más también van a ese cielo de mis olvidos y se convierten en constelaciones, constelaciones que tienen nombres... y apellidos. Ay, muchachos! Que hermosas estrellas brillan en ese cielo de mi olvido!...

Quiero dedicar la charlita de hoy a Barrie, a Peter Pan, a mis amigos queridos que siguen jugando conmigo este juego hermoso pero fortísimo de hacer un programa en el que parece que uno hace chistes... Y EN REALIDAD SE ESTÁ JUGANDO EL ALMA!

(Monólogo transcripto del programa radial "La Venganza será Terrible!")
Alejandro Dolina

lunes, 14 de septiembre de 2009

sábado, 30 de mayo de 2009

Greguerías de Ramón Gómez de la Serna

Dejo estas minúsculas bellezas leibles en un periquete
  • La luna es un banco de metáforas arruinado.
***
  • Hay frases que exigen que se las escriba sin explicaciones: "El pulpo encadenado"... "El esqueleto alegre del teatro"... "Los helechos padres de la niebla", etc.
***
  • "Idem" es una palabra ahorradora.
***
  • Las máquinas registradoras nos hacen la instantánea del precio.
***
  • No hay cosa que dé más rabia que el oír hablar a través de un caramelo.
***
  • De lo que se habla en la oscuridad queda copia en papel carbono.

lunes, 27 de abril de 2009

Así me sentí en el congreso

Encontré este texto que expresa fielmente lo que se puede vivenciar en un congreso. Es un poco largo, pero les aseguro que vale la pena!!!

Lectura y comprensión de textos
Fernando Sorrentino


1. Informe de Fernando Fabián Ferretti
Quienes se creen graciosos suelen llamarme Triple Efe; quienes me quieren bien se limitan a la primera sílaba de mi primer nombre y, entonces, me dicen Fer. Estoy cursando quinto año del bachillerato y, según parece, tengo una inteligencia más que regular y soy uno de los mejores alumnos. Me gustan las ciencias, pero más me gustan las letras y me agradaría, cuando domine mejor el idioma, escribir novelas con argumentos complicados, como, por ejemplo, David Copperfield.
Mi papá es el doctor Marcelo Ferretti, abogado de prestigio y con fama de hábil hombre de negocios. Es inteligente, perspicaz, eficaz e impaciente: como él mismo dice, «si hay que hacer algo, se hace en seguida, y a otra cosa». Aborrece el fútbol y, en general, toda actividad que dé lugar a «manifestaciones masivas de la inagotable estupidez humana». Mi mamá aparenta estar siempre de acuerdo con lo que él dice.
Habitamos un enorme piso de una torre de la calle Juramento, cerca de la estación Belgrano R. Creo que se nos puede llamar gente de clase media alta: vivimos con holgura, nos tomamos vacaciones en lugares costosos, y viajamos con cierta frecuencia fuera del país. Yo, con sólo diecisiete años, conozco Estados Unidos, Canadá, México y Brasil, además del Uruguay (pero, ¿quién no ha estado alguna vez en el Uruguay?). También conozco la mayor parte de los países de Europa occidental. Como soy asiduo lector de Dickens y de Conan Doyle, me hubiera gustado conocer Londres, pero mi papá dice que, si consintiese en que un solo centavo suyo fuera a parar a las garras de la BBA (Bestia Británica Asesina), él, como castigo, se impondría la penitencia de destapar cloacas veinticuatro horas diarias durante el resto de su vida. El respeto a esta cuestión de principios nos ha llevado a conocer lugares tan extravagantes como Islandia o Letonia, eludiendo, a la vez, las islas cuyo mero contacto habría condenado a mi papá al perpetuo trajín cloacal.
Cuando tenía diez años me ocurrió algo que me atrevo a calificar de decisivo. Hasta ese momento, yo tenía la idea de una cierta actividad llamada fútbol que ocurría sobre todo —y quizás exclusivamente— en televisión.
Cierto día de aquella época pasada, recibí, de parte de Diego Martín Viale, una invitación para ver, en el propio estadio, un partido de fútbol. Así, y sin saber bien por qué, me encontré en el asiento trasero de un auto, junto a Diego Martín Viale, que, además de vivir en mi mismo edificio, es mi amigo de toda la vida. El auto era manejado por el padre de Diego y, junto a él, viajaba un amigo de éste, llamado Tito. El auto tomó La Pampa y después la avenida Figueroa Alcorta: todos íbamos al estadio de River Plate, donde el equipo local jugaba contra Racing.
El padre de Diego, Diego y el amigo llamado Tito eran, según siempre lo proclamaban clamorosamente, hinchas de River. Los tres se cubrían con gorritos blancos y rojos que ostentaban el escudo de River y diversas leyendas; además llevaban cornetas y banderines blancos y rojos.
Yo, en cambio —ya que el fútbol no me interesaba—, no llevaba distintivo alguno.
En el estadio nos ubicamos en la tribuna oficial, donde estaban los hinchas de River. Sucedió que —según algo ya parecido a una costumbre— también en esa ocasión River derrotó a Racing.
Todos los de nuestra tribuna festejaron el triunfo de River. Todos, menos yo. Porque a mí, al ver —por primera vez en mi vida— a Racing en el campo de juego, con sus jugadores vestidos con pantalones negros y camiseta a franjas verticales celestes y blancas..., ¿qué me pasó?
Me pasó que, a pesar de que Racing había perdido, ¡me enamoré de la Academia!
Y, entonces, en vez de compartir la alegría y la exultación de los riverplatenses que me rodeaban, sentí deseos de hallarme en la otra tribuna, en la tribuna alta que está de espaldas a la avenida Figueroa Alcorta, de estar en aquella tribuna también repleta, repleta de personas cuyos rostros yo no podía discernir, pero que tenían banderas y bombos y estandartes celestes y blancos.
Cuando estuve de regreso en casa, yo ya era otra persona. Desde ese día, el Racing Club de Avellaneda (ciudad donde yo jamás había puesto el pie: yo había estado en Washington y en París y en Berlín, pero no en Avellaneda) pasó a formar parte de mi vida y no sólo de mi vida, sino también de mi espíritu.
(Desde de aquel momento, unas dos veces por mes visito la ciudad de Avellaneda. En rigor, no visito la ciudad: hago siempre el mismo camino, el que desemboca en el estadio de Racing.)
Y aquí es cuando debo decir —con un poco de soberbia, es cierto— que sólo los hinchas de Racing podemos entender el maravilloso, inexpresable e intransferible sentimiento de, precisamente, ser hinchas de Racing. Desde nuestra excepcional condición, hasta podemos mirar con cierta lástima a los hinchas de otros cuadros, groseramente exitosos. Ser de Racing es una magia, y es una suerte de gloria que los adictos a otros cuadros no pueden ni siquiera presentir.
(Cuando alguien dice «Fulano es Gardel», quiere decir «Fulano, en su actividad, es el número uno». Porque Gardel, en su actividad de cantor de tangos, es el número uno de todos los cantores de tango que en este mundo han sido, son y serán. Y, a su vez, es cosa sabida que Gardel, el número uno, era, como no podía ser de otro modo, hincha de Racing.)
Claro, desde hace muchos años, vivimos de recuerdos. En el caso de nosotros los jóvenes, para peor, de recuerdos de otras personas.
Ellas me han contado las hazañas del equipo del 66, el más eficaz de toda la historia del fútbol profesional. Entonces quise documentarme: concurrí a La Nación y a La Prensa y a El Gráfico para consultar revistas y diarios viejos y así pude conocer —como jóvenes futbolistas, no como maduros directores técnicos— a Perfumo y a Basile, a Maschio y a Cárdenas, y a Rulli y a Díaz, y a...
Y me fui aún más atrás. Y conocí a Dellacha, y a Pizzuti, y a Belén. Y conocí la carita triste de Corbatta, que, según dicen, lo único que sabía hacer era jugar al fútbol, ¡y cómo!, y que fue el mejor puntero derecho del fútbol argentino y que murió hace muy poco en la miseria.
Y todavía más atrás: Gutiérrez, Méndez, Bravo, Simes, Sued...
Y me remonté a épocas casi prehistóricas, y supe que, cuando River, en 1932, obtuvo su segundo título, ya Racing tenía ganados nueve campeonatos.
Otros tiempos.
Lo cierto es que vivo de recuerdos.
Pero, cada tanto, de noche salgo a hacer una cosa que mi papá reprueba con furor. Dice que, a los que pintan las paredes con leyendas (siempre estúpidas), con todo gusto les pegaría una patada en el culo para incrustarlos de cabeza en la pared así mancillada. Mi papá es así: aborrece los errores, las infracciones, los olvidos, la ineficacia, la ignorancia, la idiotez.
Tiene razón. Pero, sin que él siquiera lo imagine, eso es precisamente lo que yo hago a veces, en ciertas noches en que me acomete una especie de fervor casi religioso, una suerte de fanatismo casi místico, y entonces salgo a la calle con un aerosol, y frenéticamente, como un loco, recorro cuadras y cuadras y cuadras, y voy escribiendo en las paredes las tres mágicas frases que indican mi amor por la Academia y mi aborrecimiento hacia los dos cuadros especialmente detestables:

Racing capo, Boca puto, Rojo botón.
No soy el único, lo sé. He visto estas leyendas en todas partes de Buenos Aires, y las he visto en Banfield y en San Isidro, en Hurlingham y en Ramos Mejía, en Mar del Plata y en Córdoba. Y hasta las he visto, trazadas en letra pequeña con un marcador de fibra, en uno de los impolutos baños públicos de las Torres Gemelas de Nueva York. En tal ocasión mi papá dijo: «Éste ha de ser algún pelotudo compatriota nuestro, que, con su incultura, nos hace quedar mal ante estos yanquis de mierda.» Mi papá es así. Pero yo, en lugar de enojarme, me sentí orgulloso de ser argentino y de ser de Racing.

Racing capo, Boca puto, Rojo botón.
Apóstoles invisibles e incansables ultrajan sin cesar los muros de las calles con estas leyendas. Yo soy uno de estos apóstoles; no ignoro que mi papá tiene razón, que es una infamia manchar las paredes, pero no puedo contenerme y, cada tanto, a veces impulsado por algún acontecimiento desencadenante, me lanzo de noche a la calle, con un aerosol, y escribo las paredes con las tres frases catárticas, y después, en letras más chicas, dejo mi firma: que no crean el desconocido Ariel, del Once, o el ignoto Fede, de Villa Urquiza, y el resto de los apóstoles, que son capaces de escribir el conjuro más veces que yo.
Después, al regresar a casa, habiendo arrojado el ya exhausto aerosol, voy canturreando bajito esta estrofa:

No me importa lo que digan
Boca, el Rojo y los demás.
Yo te sigo a todas partes:
¡cada vez te quiero más!

2. Informe del Seminario de Crítica Literaria «Texto, Contexto, Pretexto», del Grupo de Semiología Trinchera Popular, dirigido por la licenciada Obdulia Trabucchini
La ciudad de Buenos Aires, espacio mítico teratológico cuanto burguesamente aleatorio en función del trasfondo epocal cuya totalidad dialéctica se manifiesta según un eje catalizador temático isotopía/anisotopía, aparece sincrónicamente como zona privilegiada de mensajes congelados en articulaciones retóricas, reiteradas centenares de veces:

Racing capo, Boca puto, Rojo botón.
Esta escritura se halla vinculada, mediante líquido pictórico de variada gama cromática, a paredes y muros, y configurada por seis semas que instalamos verticalmente según los siguientes ejes axiológicos:
Sema 1: Racing,
Sema 2: capo,
Sema 3: Boca,
Sema 4: puto,
Sema 5: Rojo,
Sema 6: botón.
El emisor del mensaje suele replegarse, a partir de una teleología testimonial de veracidad cuanto menos dudosa, a una estructura anonimal (no obstante aparecer exocéntrica y simetrofóbicamente firmas —signos o señales— de no más de cinco grafemas: Ariel, Fer, Fede, Ale).
Siendo los emisores plurales, se instaura en el mensaje una desconexión uniformadora, que remite a la autoagresión descalificante de no delimitar de manera unívoca los sememas que se originan en la combinación de los seis semas fijados con previtud.
El registro documental en una serie significativa de estructuras de ladrillos y argamasas, y la repetición de una constelación de unidades configuradoras más o menos regular, nos permite una resolución trinaria de este discurso en los tres sememas que siguen:
Semema 1: Racing capo.
Semema 2: Boca puto.
Semema 3: Rojo botón.
Los tres sememas se autosignifican en construcciones nominales de núcleo sustantivo y modificador adjetivo, paralelismo que nos remite de inmediato al orden burgués insertado en la cultura antidialéctica deshistorizada.

I) El primer semema (Racing capo) se articula en un núcleo sustantivo italiano capo y un modificador genitivo inglés (racing), bilingüismo propio de nuestra cultura dependiente de los centros civilizatorios del poder. Una primera aproximación traduccional nos ayuda a decodificar su significado español: capo en italiano significaciona más o menos «jefe» o «líder»; el inglés racing = carrera (gerundio del verbo to race = correr) funciona en este caso puntual como complemento sustantivo prepositivo. Intentamos ahora la reducción paratáxica del mensaje y obtenemos:

A) EL JEFE DE LA(S) CARRERA(S).

II) En el segundo semema (Boca puto) la construcción no es, como en el anterior, adjetivo + sustantivo, sino sustantivo + adjetivo, lo cual nos remite a una jerarquización (aristocrática y antidemocrática) que efectúa un desplazamiento desde arriba hacia abajo. Esta razón doctrinaria reubica la postulación del autoritarismo en el significante lexémico.
La manifestación discordante en el nivel sintáctico (boca [sustantivo femenino] + puto [adjetivo masculino]) privilegia, desde la superestructura cultural reaccionaria, la censura y el rechazo a los contenidos investidos en la homosexualidad. El planteo dicotómico y encubridor es, entonces, en una primera decodificación: «la boca [es] puto/a». Pero su núcleo significante, en una segunda decodificación, será: «la boca (es decir, el órgano fonador y expresor del lenguaje y de las ideas) es puta», «las ideas (a expresar en el plano de su profunda literalidad) son putas, y deben, por tanto, ser acalladas, matadas, retrosignificadas de silencio». Esto nos permite la explicitación del segundo semema según esta secuencia hiperotáxica:

B) LAS IDEAS NO DEBEN EXPRESARSE.

III) El tercer semema (Rojo botón) se reitera a sí mismo en construcción sintáctica repitente de la del primer semema, reformulada en rojo (adjetivo) + botón (sustantivo). O sea botón rojo, es decir, resuelto desde el espacio judicativo estructuralista según el siguiente actante global maniqueísta:
a) Serie incluyente b) Serie excluyente
botón rojo ≠ botón blanco
botón rojo ≠ botón azul
botón rojo ≠ botón amarillo
botón rojo ≠ botón verde
botón rojo ≠ botón violeta
botón rojo ≠ botón marrón

En la organicidad subyacente a todo maniqueísmo surgen, en agudas contradicciones internas, sus opuestos, y, en un proceso de retroversión de categorías extrapoladas, la serie excluyente se torna subsidiaria de la serie incluyente, y se inaugura así la desacralización e inversión del primer modelo mítico-ritual en este segundo modelo dogmático, donde la conciencia de clase dominante incorpora, o comete acto de restitución, con los botones blanco, azul, amarillo, verde, violeta y marrón, rechazando, hacia una zona desarraigada de la instancia ideológica, a todos los botones rojos. Cosmovisión autoritaria e individualista que no da cabida, en prendas de color alienado, a botones rojos, el color categórico intrapolado de la propuesta liberadora revolucionaria. De manera tal que también el tercer semema puede reducirse, desde un modelo tipológico a-compromesal, a este criterio actancial:

C) LA REVOLUCIÓN SE AUTOPRIVILEGIA EN LA LEJANÍA.

Ahora bien, habiendo ya fijado los espacios predictivos de los tres sememas, intentaremos emprender un camino de catalización temática que nos permita sintetizarlos en un mensaje de inserción en el significado último. Tenemos una escena nodal tripartita, con tres núcleos significantes asimétricos, que se iluminan y se reformulizan recíprocamente:
a) El jefe de la(s) carrera(s) = [Racing capo].
b) Las ideas no deben expresarse = [Boca puto].
c) La revolución se autoprivilegia en la lejanía = [Rojo botón].
a) ¿Quién es el jefe de la carrera (= «transcurrir vital») sino lo que, en la instancia ideológica, podemos remitir a la concepción esencialista de la clase dominante? (Semema 1).
b) ¿Qué ideas no deben expresarse sino precisamente aquellas que, a partir de la instalación definitiva del referente cuestionador, denuncian la desorganicidad del encuadre del modelo burgués? (Semema 2).
c) ¿Qué es la lejanía sino la antítesis del encuadre geopolítico que se define por su cercanía a los centros del poder, y por qué, entonces, congelarla en su resignificación? (Semema 3).
Relexicados los tres sememas, podemos intentar el rescate semantémico de conjunto en un solo mensaje antimovilizador:
La clase dominante = [Racing capo].
no permite que se expresen las ideas cuestionadoras = [Boca puto].
de la instancia revolucionaria = [Rojo botón].
Aquí termina (provisionalmente) este trabajo de campo de nuestro seminario, que tuvo lugar desde el 1º de abril hasta el 30 de junio: fueron tres meses de apasionantes discusiones en su seno, que concluyeron muy fructíferamente con el desciframiento de estas tres frases terriblemente reaccionarias:

Racing capo, Boca puto, Rojo botón.

jueves, 16 de abril de 2009

un poema

El secreto
(Denise Levertov)


Dos chicas, en un verso
súbito, descubren
el secreto de la
vida.

Yo que no sé el
secreto escribí
el verso. Ellas
me contaron

(a través de un tercero)
que lo habían encontrado
pero no en qué consistía
ni siquiera

cuál era el verso. Ahora no tengo
dudas, pasada más de
una semana, de que olvidaron
el secreto,

el verso, el nombre
del poema. Las amo
porque vieron lo que
no puedo ver,

y por amarme por
el verso que escribí,
y por olvidárselo
de modo que

mil veces más, hasta que las encuentre
la muerte, puedan descubrirlo
de nuevo en otros
versos

en otros
acontecimientos. Y por
querer saberlo,
por

suponer que existe
tal secreto, sí,
por eso
más que nada.


The Secret

Two girls discover
the secret of life
in a sudden line of
poetry.

I who don't know the
secret wrote
the line. They
told me

(through a third person)
they had found it
but not what it was
not even

what line it was. No doubt
by now, more than a week
later, they have forgotten
the secret,

the line, the name of
the poem. I love them
for finding what
I can't find,

and for loving me
for the line I wrote,
and for forgetting it
so that

a thousand times, till death
finds them, they may
discover it again, in other
lines

in other
happenings. And for
wanting to know it,
for

assuming there is
such a secret, yes,
for that
most of all.

~ Denise Levertov ~

sábado, 28 de marzo de 2009

yo vengo a ofrecer mi corazón...


Cuando los satélites no alcancen
yo vengo a ofrecer mi corazón...

domingo, 8 de marzo de 2009

¿qué ves cuando me ves?

"Los ojos y la edad" texto de Rubem Alves

Claude Monet era capaz de pasar el día entero en el campo, desde la mañana hasta el anochecer, pintando continuamente lienzos del mismo monte de heno. Puedo imaginar que algún campesino que, al final del día le preguntase las razones para pintar tantas veces el mismo monte de heno. Y Monet le respondería: "Para las vacas, es cierto que el heno es el mismo, porque ellas desconocen el gusto de la luz. Pero para mí que soy pintor, la luz es algo mágico, que va transformando las cosas con el poder de los tonos. Un monte de heno bajo la luz de la mañana no es el mismo que bajo la luz del crepúsculo."
Un monte de heno, esa cosa que permanece ahí mismo a través del tiempo, no existía para Monet. Lo que existía era el "momento" único, efímero, que tenía que ser comido por los ojos en el mismo instante de su aparición, porque luego desaparecería.
Un sicoanalista sensible al arte diría que los lienzos de Monet son la superficie de un rancho, donde la propia vida del artista aparece reflejada, como monte de heno, como fachada de la catedral de Rouen o como lirios acuáticos...
¿Y qué mejor medio para decir esa antología del agua? "No se puede entrar dos veces al mismo río" diría Heráclito. Y a los que a través de ser llevados por las aguas se agarran de las rocas de Parménides, Monet replica: "Es inútil, las aguas y las rocas fluctúan en el mismo río de luz, del cual, nadie puede huir". Y para probarlo pinta las piedras y peñascos en el mar, todos tan diáfanos y escabullidos como los montes de heno.
Monet apareció reflejado en mi pensamiento cuando me detuve a meditar sobre una extraña advertencia que encontré en un texto de Kierkegaard. Se trata de una exigencia que hace a aquellos que escriben y dice: "La persona que habla sobre la vida humana, que cambia con el correr de los años, debe tener cuidado de declarar su propia edad a sus oyentes.".
No conozco ningún otro filósofo que haya alguna vez hecho una declaración parecida. Quién dice una cosa semejante parece estar negando su propio ideal de saber filosófico que es la búsqueda de la verdad. La verdad no depende del saber filosófico. Ella posee una objetividad que la salva de ese espejo líquido inquieto que es la subjetividad del pensador. La edad del matemático (y el propio matemático) nada tienen que ver con la verdad de su teorema. Esa cosa que oscila con el tiempo podría ser tal vez poesía, pero no filosofía. Y sería precisamente eso lo que una vaca diría a Monet, si se le hubiera dado el don del habla: "Un monte de heno por la mañana es el mismo monte de heno en la tarde. Mi hambre lo comprueba y para mi es hambre; la luz no existe..."
Imagine entonces que tal vez, Kierkegaard estuviera más próximo de los pintores que de los filósofos. Él sabía que el ser es sensible a la luz., hay de hecho un ser pornográfico, que se desnuda públicamente bajo la luz del sol del medio día y a él, Descartes y sus seguidores le han dedicado sus más rigurosas investigaciones. Pero hay otro ser que huye del exceso de luz. El amor se complace a la luz de las velas. El ser erótico prefiere desvestirse a poca luz. "Parece que existen en los campos sombríos que toleran apenas una luz débil" dice Bachelard. Ese libro de Bachelar, La llama de una vela, es en verdad una realización práctica del consejo práctico del filósofo danés. Bachelard confiesa su edad. Es "adelante de la página blanca colocada sobre la mesa en la distancia justa de mi lámpara, que realmente estoy en mi mesa de la existencia. Todo alrededor de mi está en reposo, es tranquilidad, mi ser, sólo mi ser, que busca el ser. Pero ¿será que aún hay tiempo para mí...?" Esa pregunta "¿será que aún hay tiempo...?" es una pregunta de un hombre que percibe que la vela está llegando a su fin. ¿Quién vigila las velas que se terminan? sólo los poetas.
Muy contentos los oftalmólogos y la física óptica sustentan que los ojos son como planetas, destituidos de luz y que apenas reciben y reflejan la luz que viene de afuera, los poetas afirman que eso no es verdad: los ojos son como las estrellas, lámparas dotadas de luz. "Una lámpara del cuerpo son los ojos" decía Jesús.
"Si tus ojos tuvieran luz, el mundo entero estaría iluminado, pero si estuvieran apagados, que grande sería la oscuridad". Con lo que concuerda Bernardo Soares: "Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos". El poeta inglés William Blake sabía eso y afirmó que "el tonto no ve el mismo árbol, que el sabio ve", es esa luz de los ojos la que nos hace ver el mundo.
Ahora podemos comprender el sentido del consejo del filósofo danés. Como dice: "Usted es un pintor como Monet, por favor diga su edad, para que se sepa la luz que está bañando su cuadro... Así el lector puede ajustar sus propios ojos para verlo mejor"
Kierkegaard se complacía en escribir a la luz de una vela, por eso sus textos están siempre impregnados de un juego de luz y sombra que invitan a la meditación.
Fue un poeta quien me enseñó a convivir con las sombras. Yo le mostraba mis textos, de todos los cantos obscuros iluminados por claros, y él me decía horrorizado: "Demasiada luz, demasiada luz! por favor, un poco de sombra, un poco de neblina!" Sus palabras sonaban en mis oídos más como razones de un maestro pintor delante del lienzo de un aprendiz. Pero luego aprendí que esos son los poetas; pintores que en vez de tinta usan palabras para pintar sus cuadros. Y él me explicaba: "Un texto iluminado, claro, pone fin a la conversación; un texto de luz y sombras, al contrario, es una invitación a la meditación sin fin..."
Quien entiende los consejos de Kierkegaard ciertamente no habrá entendido nada. Una interpretación literal de la exigencia de que el escritor declare su edad a sus oyentes, se reduce a la banalidad de que informe a sus lectores del número de años que ya vivió.
El número de años que yo viviera es algo de lo que tenía clara conciencia aquella tarde en el metro, a buena hora, esa información estuvo guardada en el archivo de la memoria. Pero ésta saldría tan rápidamente en el mismo momento en que me preguntaran: "¿Cuál es su edad?"
En aquella ocasión aún no conocía nada de Monet, Pero ahora viendo en retrospectiva, puedo afirmar que en aquel momento, me gané los ojos de Monet.
Todo depende de los ojos, "No basta abrir la ventana para ver los campos y los ríos, No basta no ser ciego para ver los árboles y las flores" dice Alberto Caeiro. Todos los que pasaban por lo montes de heno que Monet pintaba veían los mismos montes de heno, pero no veían los mismos montes de heno. Ninguno de ellos tenía los ojos como los del pintor. La revelación no es la experiencia de ver cosas que no se veían antes. La calle, el jardín, el muro continúan siendo los mismos. Nada fue creciendo. En tanto todo estaba diferente. La calle da para otro mundo, el jardín acaba de nacer, el mundo fatigado se cubre de signos. Todo está bañado por una luz antiquísima y al mismo tiempo acaba de nacer. Nada cambió, sólo se cambiaron los ojos, por tanto todo cambió. Es la experiencia del satori la abertura del tercer ojo al que se refieren los pensadores zen.

lunes, 16 de febrero de 2009

miramos con ojos de extraterrestres


Es redondo, tiene líneas rectas. Para los seres humanos es importante porque todos las corren, y cuando pasa por tres palos la gente se emociona y las personas se levantan a gritarle a la persona que emociona a toda la gente. En el final el grupo se lleva los tres puntos del campeonato.
(Fútbol) Damián H. Y Miguel.


Es algo que es cuadrado; que está lejos. La gente va llorando mucho y dejan regalos. Arriba de ese cuadrado hay dos palos cruzados. Hay arañas, ratas, hormigas, gusanos. A la gente les da mucho miedo de noche.
(Cementerio) Evangelina.

sábado, 7 de febrero de 2009

Peques


Lingüistas
Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
­¡Qué sintagma!
­¡Qué polisemia!
­¡Qué significante!
­¡Qué diacronía!
­¡Qué exemplar ceterorum!
­¡Qué Zungenspitze!
­¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: ''Cosita linda".
Mario Benedetti
La cucaracha soñadora
Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.
Augusto Monterroso

viernes, 23 de enero de 2009

miniaturas



EL DINOSAURIO
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso.


La culta dama
Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado “El dinosaurio”. Ah, es una delicia – me respondió – ya estoy leyéndolo.

José de la Colina


viernes, 16 de enero de 2009

Maestra




...el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada...


Bécquer.


Alineación a la derecha

Ay, seño Andrea
¡qué linda que sos!
Por qué no me regalás
tu pelo tan lindo
para ser como vos.

Selena.




Feliz cumple... Te queremos mucho